Twitter es mi red social favorita: me encantan sus 140 caracteres que me obligan a dar vueltas a lo que quiero decir para condensarlo. Además ofrece grandes posibilidades de interacción y es una fuente inagotable de información y aprendizaje. Tengo también la suerte de gestionar la presencia en Twitter de un par de empresas. Una de mis primeras tareas del día es averiguar quiénes son los nuevos seguidores. Lo hago con una mezcla de expectación y de curiosidad y confieso que los miro todos, uno a uno. Algo necesario para decidir si seguirlos de vuelta, ponerlos en una lista especial, etc. Estar en las redes sociales implica crear tu propia comunidad, alimentarla, interactuar entablando conversaciones, buscar sinergias, empatizar y sentirte a gusto con ella. Por lo tanto hay que ser algo selectivos. Creo que el valor que aportamos como representantes de la marca (o como marca) en las redes sociales, es la gestión personalizada, no somos robots. Por eso analizo quién nos sigue, cada día.
Me fijo especialmente en estos elementos, que resumo ahora como breve check list para optimizar el perfil en Twitter:
– Bio. una gran oportunidad para describir sintéticamente (como Twitter nos ha acostumbrado a hacer) quién eres, qué haces y dónde estás, salpimentando con algún que otros hashtag. Las marcas tampoco deben olvidar indicar su web o un contacto. Sin embargo, a veces no hay bio o es demasiado escueta (por ejemplo “Madrid” como única información) o muy imaginativa. En el otro extremo hay quien pone “mundo” como localización geográfica… pelín extenso, quizás.
El timeline tiene ser coherente con la bio: si te autoproclamas “el mago del marketing digital”, llevas 2 años en Twitter, 40 tweets y sigues un número de cuentas que cuadruplica el número de tus seguidores, yo no me atrevería a poner eso…
–Temáticas y calidad de las publicaciones. Hay cuentas que solo hacen RT o que solo agradecen a los nuevos seguidores el hecho de seguirles, sin aportar nada más. Peor todavía, las marcas que solo “se miran al ombligo”: la red es conversación, no publicidad tradicional, en la que tu producto aparece en todos tus tweets y solo tuiteas para repetir machaconamente “compra mi producto” o “haz que tu fin de semana/tu lunes/tu tarde sea perfecto con nuestros productos”.
Sin embargo me gustan mucho las marcas que saben “vender” sutilmente, pero además aportan información útil y se posicionan como expertos en su nicho, por ejemplo él de los amantes del café, de la gastronomía, de la salud, de los viajes, etc.
Y me encantan las marcas comprometidas con valores y causas. Puede ser la ecología, la naturaleza, la sostenibilidad, el ahorro de energía, la lucha contra la pobreza o los desperdicios, etc. Me encantan las marcas que demuestran tener un alma. ¡Y que no sea solo fachada, por supuesto! En definitiva, si vendes higos, no hace falta que hables de #higos todo el tiempo: seguro que hay más temas que interesan a tu empresa y a tus seguidores y con los que te sientes identificado.
En el otro extremo hay marcas que desprenden frivolidad y alegría superficial, sin aportar valor. Te dan los buenos días, las buenas tardes, las buenas noches… Son amables y pretendidamente divertidos, sí, pero no útiles…
Utilizar imágenes contribuye a llamar la atención sobre el contenido: no podemos evitar que nos atrape mientras revisamos nuestro timeline. Un buen balance de imágenes (ni demasiadas ni demasiado pocas) implica tomarse interés y porque no, cariño…
– Número de tweets y balance de seguidos y seguidores. El número de tweets indica la frecuencia de las publicaciones, dependiendo de cuando se abrió la cuenta: aquí los extremos son los “pesaos” por un lado y los que no tienen prácticamente actividad, por otro lado. En ambos casos hay que valorar detenidamente si seguirlos o no. En cuanto al número de seguidores, es cierto que los grandes números suelen abrumar. A mí no tanto, lo confieso: el mundo de Twitter está llenos de cuentas con varios miles de seguidores, sin que aporten absolutamente nada…
– El “candado” y el “huevo” – a veces unidos en una combinación letal – me echan para atrás instintivamente. Creo que mantener en Twitter una cuenta privada – con “candado” – va en contra de la filosofía de la red. Por otra parte, si no queremos que nadie vea lo que publicamos, nadie nos obliga a estar en redes sociales. ¿No sería mejor crear un grupo – privado por definición – de Whatsapp? Por su parte el “huevo” implica cierto descuido y quizás pereza: si no estás seguro de qué foto poner, pon por lo menos un avatar, algo que te represente y tenga alguna relación contigo.
¿Hay algo curioso o que te eche para atrás en Twitter?
Ah, Silvia, ¿y vender, cómo se vende en la época de la 2.0? Porque mucha información, mucha relación, mucho cariño, pero ¿quién me compra de verdad mis productos? Temo que las redes sólo sirvan para aumentar nuestro branding sin demasiado retorno (y más Twitter, cuya endiablada velocidad la hace a mi juicio más apta para propagar rumores, acrecentar pequeños egos y, en el mejor de los casos, sustituir a los antiguos teletipos). Un fuerte abrazo.
Gracias Carlos por tu comentario que, como siempre, invita a la reflexión. De las redes no debemos esperar pociones mágicas para la venta. Más bien son un complemento, una actividad más de comunicación: refuerzan la notoriedad y el posicionamiento de la marca. Lo más interesante que proporcionan, creo, es poder crear una comunidad afín, de simpatizantes o incluso fans, interesados en la empresa y atentos a sus novedades – siempre en la justa medida, debido a la ‘infoxicación’ que nos rodea –. Por supuesto es muy importante que el interés sea recíproco: las marcas no deben “mirarse al ombligo” y sí, empatizar sinceramente con su comunidad, ‘humanizarse’, en la medida de lo posible. De ahí la importancia de una gestión de las redes ‘desde del cariño’. Aunque también es cierto que en ocasiones se consigue vender directamente: en especial las promociones suelen funcionar muy bien y sirven para que más personas conozcan la marca. Gracias Carlos ¡Un abrazo!